Pues esta vez me encuentro solo en mi sala de estar. Le digo estar porque estoy. De otra manera, no sería así.
Me siento y comienzo a ver a mis compañeros llamándome al auxilio de la libertad mental. Me siento con ellos y comienzo a platicar de qué sería la gana de desquitarme.
Ambos carbón y papel son hermanos. Se llevan muy bien. Nunca han peleado ni han tenido pelea en relacionarse, son muy buenos amigos si los conoces como algunos no conocen. Platican contigo y les gusta eso de estar solos para compartir la serenidad de una noche lluviosa.
¿Quién falta esta vez? Pregunto. Se siente como si esta noche no fuera mía ni de nadie. La verdad es que hace falta ese aroma que cautiva mi nariz y a mis compañeros. Falta una esencia que resulta en el despegue de lagunas mentales transformándose en bellos cúmulos implacables que luego acompañan el sobrevuelo del planeta tierra. Quizás estoy algo melancólico por la ausencia, pero es verdad. Hoy no te necesito pero sería una buena compañía si estuvieses con nosotros.
Te juro que con tus mil fuegos y tu aroma podría crear hasta la más devastadora poesía. Podría llegar a recorrer los más letales cielos con solo el impulso de tu vuelo.
¿Qué haces tan encerrada, libertad? Si tu nombre ya conlleva la prisión de algunos que cayeron en tu veneno y vicio. Yo te calmé y preferí acompañarte en vez de usarte.
Son flores, mil flores o seiscientas flores. Que sean las que el papel y el lápiz quieran. Yo por mientras voy a morir escribiendo, a ver si te cansas de seguirme por el sendero de un desierto lleno de misterios.
-Verse
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