La luna estaba llena. Yo caminaba fumando un Camel que me trajo mi hermano del duty free del aeropuerto de Santiago. Mi cuerpo se entumía un poco por culpa del frío. Es cierto, en Santiago el frío es mucho más calador que el del norte, de donde vengo. Mientras caminaba veía a las otras personas que, si bien no van a estudiar, van al trabajo o al colegio. Todos bien perfumados, recién bañados y algunos tomando el desayuno camino a la pega.
Mientras aspiro el cigarrillo, lo que queda de la noche (que por cierto se viste muy linda) me acompaña al paradero. Al llegar se puede ver como está Santiago y su gente. Micros naranjas, celestes, azules, verdes y unas color turquesa son las que se pueden ver arrazando por las vías del transporte público.
También se puede ver a los que compran el desayuno a la salida del metro. Cada vez que llego a la esquina de Ejército con la Alameda, se pueden ver esos vendedores que te pueden salvar cuando sales algo atrasado. Se compra un pancito, un tecito y a la pega se ha dicho. También pienso en lo impresionante que es el calor humano. Si uno se para en frente a la salida sur-oriente del metro Los Héroes, se puede sentir como el aire cálido puede abrigar tu cuerpo por un par de minutos mientras esperas la micro. Es algo que hago cuando el frío está un tanto calamitoso.
Entonces estoy en el paradero para esperar la micro. Siempre hay gente a las 7am en ese paradero. Casi que está lleno. Llegó la micro. Ya la tomé y no hay vuelta atrás, un día nuevo ha de comenzar.
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