domingo, 7 de febrero de 2016

A la fe

Agradezco, a los seres vivos conocidos como perros, pues, uno de ellos me dio una enseñanza valiosa que perdurará hasta la muerte: nada es para siempre.

Y así es, ni la felicidad, si tanto se anhelara en cualquier humano, es capaz de perdurar tanto. Quisiera ser el grito más grande de la nostalgia y me encantaría hacer viajar mis ondas entre cada oído ciego.

Me gustaría convertirme en el placer de un beso anhelado y desbordarme fuera del cuerpo receptor hasta llegar a los árboles y pájaros. Que el cantar de los pájaros viaje por los aires en forma de vientos de amor con un aroma a lavanda.

Y quisiera, también, transformarme en el deseo de amar para saber si los deseos dentro de un humano son tan grandes como dicen.

Cómo me gustaría ser ese sentimiento de emoción, en el que se explica al sentir el anhelo de ver a alguien después de tanto tiempo. Me imagino lo grande que podría llegar a ser, si así siempre lo quiero.

Quiero decir, la esperanza ya pasa a ser algo que comienzo a detestar.

Amaría, ser alguien que tenga la capacidad de eclosionar de una crisálida humana, transformarme en un fénix que pudiese cubrir a todos mis seres queridos y calcinar a quién ose de maltratar a los míos.

Y dentro de un viaje astral, antes de revivir de mis cenizas, volar hacia la tierra de la esperanza, hacer que mi vehemencia queme cada pedazo de esperanza dentro del corazón.

Así no tendría por qué confiar tanto y esperar tanto de alguien.

...

-Verse

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