lunes, 27 de octubre de 2025

Salar de Pedernales

 En una de nuestras grandes hazañas, mi hermano me invitó a conocer los caminos que existen en el Desierto de Atacama y su cordillera. Gracias a la ayuda de GeoVirtual pudimos enterarnos de las rutas y los distintos recorridos que existen entre los grandes salares de Atacama. Lo más curioso es que la visita que hicimos correspondería a visitar el salar más austral de Chile: el Salar de Maricunga, el Salar de Pedernales y visitar la Laguna del Negro Francisco. Este plan fue mayormente planeado por mi hermano.

El Salvador - Salar de Pedernales
Como viajamos un 14 de Septiembre, las temperaturas extremas que hay en los destinos disminuyen a un punto en el que ambos podemos dormir acampando. Estaba dentro de nuestro itinerario acampar en el Salar de Pedernales. Teníamos una ventana de clima despejado en lo absoluto, nos habíamos enterado que había nevado en toda la zona y la nieve ya estaba en algunos caminos. Lo que no pudimos percibir (afortunadamente) según la página ventusky, fue la supuesta capa de nieve a la que tendríamos que adaptarnos para dormir. Pero estábamos dispuestos a todo. El jimny de mi hermano fue, es y será la máquina.

Con una grata despedida a nuestra madre y nuestro padre, comenzamos el viaje en El Salvador, tomando el Portal del Inca por la ruta C-13. Recuerdo los hitos que existen por esos lugares, como la carreta abandonada y la piedra de la viuda. Después de una mini-cuesta, nos encontramos con la Fundición Potrerillos. Una tremenda planta de fundición de metal en medio de la cordillera. Fue impactante ver que además, existían vestigios de un aeródromo y su pista hacia el norte de la fundición. Bajamos hacia El Jardín y continuamos por la ruta C-177. Este camino conecta las localidades de Montandon, Cachiyuyo y el cruce a Acerillos, por la quebrada Ciénaga.

Que no se me olvide: anduvimos todo el viaje con el estanque de gasolina dentro del auto. Esto nos mareó unas cuantas veces, tuvimos que parar a respirar, destapar el estanque y dejar que el olor saliera del auto. 

Montandon fue el primer lugar que elegimos en caso de tener que bajar por cualquier emergencia. Es el primer lugar abandonado que se ve por esta ruta. Tiene claros vestigios de haber sido una estación de ferrocarriles (maestranza) y uno de los lugares devastados por el aluvión. Después nos enteramos que este lugar conectaba con el ferrocarril que transportaba mineral hacia la fundición de Potrerillos. Un lugar precioso.

Más adelante por la misma ruta, se pueden ver casas de arrieros Collas y corrales en Cachiyuyo, cabras por el camino, ovejas, caballos, burros y por supuesto sus peculiares heces adornando un poco el paisaje árido de la zona. Como es el desierto más antiguo del mundo, es obvio que la tierra abunda y en más de una ocasión nos tocó subir los vidrios del auto para no empolvarnos. Ya llegando al cruce a Acerillos, continuamos la ruta C-13 por una cuesta bastante imponente. Nos llamó la atención el ancho de la calzada, la cantidad de metros que se suben en tan pocos kilómetros porque pasamos de los 2800 msnm a los 3200 msnm. La cuesta posee sólo 3 curvas.

A esta altura mi hermano ya me había comunicado que sentía una leve puna. Nos fuimos hidratando constantemente con una infusión de chachacoma y agua. Esta hierba se caracteriza por estabilizar la oxigenación en la sangre y desinflamar el estómago.

Una vez cruzando el portezuelo de Pedernales pasamos el camino que empalma hacia El Salvador (C-173). Sabíamos que estábamos cerca y el sueño de conocer el Salar de Pedernales dejó de ser utópico. El reloj de mi hermano marcaba los 3300 msnm aproximadamente. Seguimos por la C-13 hasta llegar a la Ruta C-157. Este camino (de tierra y sal) es especial porque bordea el sector oeste del salar. Un camino precioso en el que al subir una pequeña cuesta ofrece una recompensa visual increíble: la inmensidad del Salar de Pedernales. Notamos que no había nieve según lo pronosticado. Llegamos al rededor de las 18, el horario de verano ofrecía una pequeña ventana adicional de luz, por lo que aprovechamos de elegir el lugar en el que pasaríamos la primera noche. Vimos que existían ruinas de un corral, con murallas de adobe y un sector que tenía mampostería de piedra. No lo dudamos, utilizamos las murallas del lugar para protegernos del viento que no nos dio tregua hasta caer la noche. Dividimos las tareas espontáneamente: yo cocinaba y mi hermano ordenaba. Mi hermano reubicó la carpa (porque la primera vez que estacamos no nos convenció) y yo hice el cordero asado que anhelábamos. Al terminar de comer, al rededor de las 21, cayó la noche y aprovechamos de ver el cielo estrellado, puro y oscuro. Esto duró solo unos minutos porque la temperatura comenzaba a bajar de los 10ºC y decidimos meternos a la carpa. Un tecito y a (intentar) dormir.

La primera noche no fue fácil. Habíamos revisado que tendríamos 2ºC como mínima, aún así estábamos preparados para abrigarnos más. Teníamos sacos de dormir adecuados, colchonetas excelentes, primeras capas, capas de polar y lana. A mí personalmente me pegó la puna durante la noche y la más mínima entrada de frío al saco (en la cara) me despertaba. Cometí el error de tener una disposición única para dormir más de ocho horas, como si estuviese en mi casa. Habré dormido unas dos o tres horas. Mi hermano afortunadamente pudo dormir más, pero también comentó que la noche la halló dura.

Desperté cerca de las 6 de la mañana, me di cuenta que el aire dentro de la carpa se había condensado. Dejé mi celular en una orilla de la carpa. Recuerdo que la noche anterior revisé su batería y estaba sobre el 70%. En la mañana la batería había bajado a 15%. Entiendo que esto pasa por un efecto del frío y el litio de las baterías. Nada como ir al "baño" con una sensación térmica de 0ºC bien temprano, pero con una vista increíble. Ya a las 7:40 de la mañana se podían observar los primeros rayos de sol asomándose por la cordillera. A las 8:30 estábamos los dos de pie, tomando café molido, salame, tomates cherry y galletas saladas. Hicimos una caminata pequeña por el salar, siempre cuidando cada paso porque sabíamos que el lugar estaba lleno de fauna y podríamos pisar/dañar a los pequeños crustáceos y/o reptiles que habitan ahí. El cielo despejado y el calor nos motivó absolutamente. La sensación de sueño desapareció por completo al caminar por el salar. Logramos llegar a un punto en el que podíamos ver Flamencos y gaviotas andinas (o chülles). Sin querer nos acercamos a un lugar donde estas últimas estaban anidando. Una pareja de gaviotas, en un ánimo de proteger a un par de crías, nos "atacó" tirándonos caca desde el aire. La risa por supuesto abundó y la sensación de no entender por qué nos cagaban desde arriba se atenuó cuando vimos a sus crías. Fue la primera vez que vimos tan de cerca el vuelo de un flamenco además. Cortaba el aire de tal manera que se escuchaba el roce de sus alas con el viento. Un espectáculo natural increíble. Todo esto mientras de fondo el volcán Doña Inés y su prominencia nos daba un augurio de un excelente porvenir.

Guardamos las cosas, hicimos el tetris de los bultos en el auto y tomamos rumbo hacia un destino muy remoto conocido como las Termas de Juncal. Partimos cerca de las 13:00. Bajamos por el mismo camino que bordea el salar y retomamos nuevamente la C-13, con camino hacia el sector de La Ola. La C-13 en su sector sur, bordea el río La Ola por un camino de tierra (y sal) y por este mismo río se podían ver guanacos disfrutando de la escasa vegetación y una paz inconmensurable. Una vez que se llega a un campamento de La Ola, existe un desvío que bordea el río Juncalillo.

Sabíamos que una semana y media antes de nuestro viaje, en todo este sector había caído nieve y el camino estaba pelúo'. Incluso en ciertas partes del camino el curso del río se desbordó hacia la huella. Cuando vimos esta situación y a una pareja (en camioneta) estacionada en un lugar seguro, tomamos la decisión de no llegar hasta las termas porque no sabíamos cuál era el estado del camino y tampoco sabíamos qué tan alto podría estar el río en plena época de deshielos. En términos de temperatura tuvimos un giro drástico: decidimos ir hacia la cascada congelada. Un gran amigo nuestro nos había comentado que el lugar es precioso y es posible bajar a ver la cascada. Después de un camino muy arenoso, logramos llegar a la cascada. Justo al lado de esta cascada hay unas pircas que permiten refugiarse del frío y son la muralla perfecta para encender una cocinilla. Tomamos fotos, hicimos un café y compartimos unas galletas. Hasta tomamos la loca decisión de darnos un chapuzón en la caída de la cascada. Fue una euforia refrescante con un paisaje inigualable. Estuvimos en el sector de la cascada hasta las 16:00 aproximadamente. Teníamos el plan de comer un asado de carne en el mismo lugar que acampamos la noche anterior. Al retomar la ruta C-157 anduvimos un poco más hacia el norte y nos dimos cuenta que muy cerca de nosotros se ubicaban las Ruinas de Bórax. Un lugar que parecía una casa abandonada, con cuevas aledañas (probablemente hechas para criar animales) en las que se podían ver grabados en las paredes de los años setenta. Nos dieron las 17:30 así que volvimos a hacer el asado y montar campamento de nuevo. Mientras estábamos comiendo, a mi hermano se le ocurrió revisar el celular y vio que tenía un poco de señal. Se conectó a ver el clima y logró identificar que esa noche nos iban a tocar -2ºC. No lo pensamos tanto y lueguito de comer subimos todo (a la rápida) al auto y bajamos por la C-13, en búsqueda de una mejor temperatura para pasar la noche. La cuesta que conecta el portezuelo de pedernales con el acceso a Acerillos se ve bastante menos imponente de noche, ya que no es posible ver el desnivel que existe.

En el sector de Cachiyuyo, cerca de las 21, vimos una casa de arriero con luces encendidas. Nos acercamos y salió a recibirnos una mujer Colla que nos dio un par de recomendaciones del sector para poder acampar. Nos llamó la atención que ella nos tenía absolutamente identificados, desde el día anterior. "...Ah, ustedes son del jeep que subió ayer..." fue la frase que me dejó boquiabierto. Después me percaté:  el jimny de mi hermano era el único vehículo distinto de una camioneta, en todo el sector.

Volvimos a Montandon más tranquilos que la cresta. Había una temperatura sobre los diez grados Celsius y un lugar adecuado para instalar la carpa. Como ya habíamos comido y ya eran pasadas las 22, montamos la carpa y a dormir se ha dicho. Una noche por lejos más agradable que la primera porque ya estábamos aclimatados y nos hallábamos bajo los 3000 msnm, pero intercambiamos frío por viento. Recuerdo que en la mañana una ráfaga de viento fue tan fuerte que la estructura metálica de la carpa se aplanó, tanto que pensé que iría a deteriorarse. Afortunadamente la Experience 2 de Lippi está muy bien hecha (si, fuimos con una carpa de 3 estaciones).

Montandon - C-173 - Laguna Santa Rosa
Después de una excelente noche en Montandon, tomamos desayuno en la maestranza abandonada que anteriormente mencioné devastada por el aluvión. Si desde la carretera se puede observar el estado del lugar, esa mañana nos dimos cuenta que el lugar fue absolutamente inundado por el barro. Existía un desnivel aproximado de 70 cms. entre el suelo y el nivel del barro. Para nuestra suerte, en el lugar había una mesa central junto a un pimiento, donde decidimos hacer café, comer salchichón de burro, tomates cherry y galletas saladas. Tetris en el auto nuevamente y partimos hacia El Salvador. Dentro del plan estaba devolvernos a El Salvador para recargar el combustible y aprovechar los servicios que ofrece la civilización (un baño para defecar tranquilo, por ejemplo).

Partimos de vuelta a la C-13, pero en vez de tomar la ruta que baja hacia el sector de El Jardín, nos fuimos "por arriba" por decir así, por la C-173. Más hacia el oriente del aeródromo abandonado se ubica una planta de procesamiento de arsénico. Vimos que habían operadores en la planta y previo a este lugar pudimos ver un letrero que anunciaba el inicio de la Cuesta Montandon. Para mí fue la cuesta más extensa y movida que he visitado en mi vida. Un camino de mierda, calaminoso y deteriorado. Sin embargo el paraje era asombroso. Múltiples colores café, algunos colores rojizos y otros hasta dorados. Paramos solo una vez, en un lugar donde pudimos nuevamente ver el volcán Doña Inés. Esta cuesta la iniciamos a las 13:23 y la terminamos cerca de las 13:50. Al llegar al empalme con la C-13 reconocimos el camino y nuestro próximo destino era la Laguna Santa Rosa. Durante este trayecto es posible ver cómo el camino está situado a kilómetros de las faldas de los cerros. Es increíble percibir la planicie que en tantos kilómetros se siente infinita. Hacia el oriente de este tramo es posible ver los primeros cordones montañosos de la cordillera de Claudio Gay. Cuando el camino de tierra termina y comienza el de asfalto, kilómetros dentro del asfalto vimos un par de refugios en medio de la carretera, el refugio Río Leoncito y el refugio Pastos Largos. Para nuestra sorpresa ambos refugios estaban abiertos (el primero sin llave y el segundo con llave) y pudimos entrar. A nuestro parecer son refugios excelentes para emergencias, de portar algo de leña se podría capear el frío debido a una salamandra que se ubica dentro de los refugios, también la estructura de madera interna puede ayudar a capear el frío. En este camino tuvimos la única oportunidad de fotografiar guanacos de cerca. Los otros camélidos siempre se veían a lo lejos, por lo que tengo solo una foto de estos animales (y son dos, corriendo por el ruido del motor).

Cerca de las 15:00, llegamos al complejo fronterizo Paso San Francisco. Aunque no teníamos planeado hacer un viaje hacia Argentina, de todos modos hay avisar a carabineros tu itinerario e intenciones de viaje. Nosotros simplemente dijimos que veníamos al Refugio Maricunga en modo turista. Fue lo suficiente para que nos dejaran pasar por el camino internacional (C-31). Después de unos kilómetros, tomamos la ruta C-601, adentrándonos al parque nacional Nevado Tres Cruces. Esta es una de las veces en las que me sentí único, por el tipo de ruta en el que nos encontrábamos: el circuito de los seismiles. Por supuesto, al costado nuestro se ubicaba el salar más austral de Chile, el Salar de Maricunga. Nuestra idea no era pasar al salar en sí, sino a laguna que está ubicada en el sector sureste del salar, la laguna Santa Rosa. Que no se me olvide mencionar que este camino que conecta la laguna al camino internacional está en malas condiciones, con baches enormes, calaminas extensas y pareciera que en algunos tramos en vez de tierra hay ripio. Pero insisto, el Suzuki Jimny es la máquina.

Más adelante en la ruta, en el empalme con la ruta C-615, se debe cruzar una loma que daría las primeras vistas al sector del refugio. Es posible ver parte del salar, la laguna y de fondo se pueden ver las múltiples cumbres que tiene el cerro Siete Hermanas. Llegamos con una sensación de alivio al ver que tendríamos una cama en nuestras espaldas y un lugar donde no pasaríamos frío durante la noche. Esa noche tocaban -4ºC, pero no fue una limitante. Sabíamos a lo que íbamos. Al llegar al Refugio Maricunga nos recibe Esteban, un muchacho que se encargaba de cuidar el refugio. No teníamos nada que decir, encontrar tanta comodidad, a tanta altura y en un clima extremo, fue simplemente perfecto. Uno de los lujos visuales de este lugar es tener la vista hacia la laguna con su enorme cantidad de flamencos, guanacos en una de las orillas y el imponente Nevado Tres Cruces. Aprovechamos la luz de día que quedaba para recorrer los alrededores y tomamos un par de fotos. Como ese día estábamos con energía de galletas y un par de frutas, esa noche dentro del refugio comimos pastas con la última bandeja de cordero que nos quedaba, al lado de la salamandra llena de leña encendida. Una vez más, una noche excelente.

Laguna Santa Rosa - Laguna Verde - Copiapó
A la mañana siguiente, a las 8 de la mañana había despertado. Asomé mi cabeza desde el saco y exhale por la boca. Tiraba "humito" muy denso. Revisé la temperatura y me di cuenta que efectivamente habían -4ºC. Me llegué a reír del frío que hacía, pensaba "donde chucha llegué a parar". Revisando las fotos y esperando que mi hermano despertara, la temperatura fue aumentando y otra gracia que tiene este lugar es que recibe los primeros rayos de sol matutinos, por lo que las temperaturas bajo cero duraron un par de horas en la mañana. La noche anterior Esteban nos comentó que llegamos justo en la época del cortejo de los flamencos, danza que solo podíamos ver gracias a un telescopio que tenían en el lugar. Nosotros podíamos ver a lo lejos esta peculiar danza. Recuerdo un momento muy chistoso en el que un flamenco, en su intento de sincronizar esta danza con su pareja, se equivoca de rotación en su cuello y la pareja que tenía de frente comenzó a picotearlo y a azotarlo con sus alas. No podía parar de reír, como si a mi nunca me hubiese pasado. Teníamos un itinerario que contemplaba hartas horas de viaje ese día, así que cociné un contundente shakshouka chilensis (en vez de cordero le puse salchichón de burro). Esa misma mañana llegaron dos camionetas con trabajadores que nos regalaron dos sándwiches de carne queso (muchísimas gracias estimados, nos re contra salvaron el desayuno). Lo más loco (para mí) fue que les ofrecí comer un poco y dijeron que ya era suficiente para ellos, tenían que trabajar. Entendimos que hacían esta parada para avisar, a modo de punto de control. Ellos continuaron su viaje, nosotros comimos, dejamos limpio, tetris y continuamos con rumbo a Laguna Verde.

Sabíamos que íbamos a ascender de los 3762 msnm a los 4350 msnm, por lo que la hidratación fue clave en este trayecto. Hicimos la misma ruta de vuelta al camino internacional, pero en vez de continuar hacia el norte tomamos el camino que lleva hacia el Paso San Francisco. Una vez que la ruta bordea el Río Lama, comienza la Cuesta Lama, no es tan extensa pero aún así tiene camino de tierra con ciertos montones de nieve al costado del camino. Al llegar al mirador de la cascada del Río Lama, tomamos un par de fotos y seguimos por la misma ruta que hacia el paso está pavimentada. Recuerdo que al ir subiendo por esta cuesta comencé a hiperventilarme. Si bien mi hermano se burla de esta parte, yo sentía que necesitaba respirar así porque el cuerpo me lo pedía. Frases con cuatro palabras eran suficientes para tomar un respiro profundo. El paisaje era cada vez más inhóspito, al terminar la cuesta es posible llegar a los 4500 msnm. Después hay una bajada hacia la Laguna Verde, que amortigua esta altura unos pocos metros.

Cuando uno llega a la bajada es posible ver cómo se asoma un color turquesa en el horizonte que al avanzar cada vez se ve más. Es deslumbrante, el contraste de colores y el tamaño de la laguna chocan directamente en la realidad. Es como estar en otro planeta. En la carretera se puede ver un letrero enorme que indica la obligación de un control de carabineros. A las 14:00 pasamos por la supuesta oficina de carabineros pero estaba destrozada. Más que deteriorada, tenía ventanas rotas, basura, una escalera rota y un montón de agujeros en la estructura de la oficina. Sabíamos que había un refugio a las orillas de la laguna. Había un letrero que señalaba que habían aguas termales. Lo re contra confirmamos. Dentro del refugio hay una poza que se alimenta de esta agua termal. Habían 3ºC en el sector de Laguna Verde. No lo dudamos, nos pusimos traje de baño y estuvimos varios minutos en el agua caliente. Tengo pocos registros de esto. Fue un momento que disfrutamos mucho con mi hermano. Dejé en el refugio (por error, lo siento mucho) un silbato naranjo que además tiene brújula, lupa y termómetro. Comprenderán que al salir de la poza me cagué de frío. Nada que un buen café no pueda solucionar. Comimos unas frutas y a las 15:45 ya estábamos en ruta de vuelta hacia Copiapó. En esta vuelta, producto del viento, por primera vez vi nieve polvo. Quise capturar el momento con la cámara, me costó un poco. La nieve polvo cruzaba la carretera a una velocidad que no conocía. Estamos casi seguros que desde esta ruta se veía el Ojos del Salado, pero no teníamos los lentes adecuados para fotografiarlo. Sólo el hecho de verlo ya nos tenía felices.

Llegamos al paso fronterizo (aduana) a las 16:40, dimos las señales de vida correspondientes y avisamos a carabineros que nuestra aventura por el parque Nevado Tres Cruces ya estaba lista. Bajamos hacia Copiapó por el camino internacional (Ruta C-31) y esta parte se nos hizo un poco eterna. Esto pasa porque en el camino pasas cerro tras cerro tras cerro. En una parte del trayecto se sumó (adelante de nosotros) una camioneta minera que iba bajando a velocidad controlada por GPS, mientras nosotros tuvimos que fumarnos toda esa lentitud. También tuvimos que esperar en la cuesta que se ubica por la quebrada San Andrés, antes de la confluencia con la quebrada de Paipote, por el sector de La Puerta. La música, el paisaje y la buena conversa amenizaron mucho esta parte.

Hoy entiendo a los mineros más que nunca.

Llegando a la casa, nuestra generosa y hermosa madre había preparado empanadas de pino. Hasta hoy, las mejores empanadas de pino que me he comido en mi vida. Y por sobre todo, una de las mejores antesalas que he tenido a un 18 de Septiembre. No hay nada más patriota que conocer tu país, quererlo y cuidarlo.

Este es el fin de la primera parte de dos viajes que concretamos con mi hermano. Escrito en conmemoración al aniversario de Atacama.

J

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