Es a lo que la vida me acostumbró, un poco. "El tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás". Me enseñó a los 17 que la vida se termina y no vuelve. Me enseñó a los 21 que los más queridos se van y no vuelven. Entonces, a eso debemos estar preparados, a saber dejar ir, a tener la voluntad de aceptar que la vida es así y que no podemos pararla. Le comentaba a un amigo, que está pasando por algo similar a lo mío, que los caminos sinuosos hasta físicamente son más rápidos para llegar a una meta.
Pero es la meta lo que se debe construir. Llegar a esa edad y pensar que cumpliste. Darte cuenta que tu cuerpo, biológicamente, está diciendo que debes frenar y ya es tiempo de soltar. Para algunos un dolor que podrá ser eterno, para otros una enseñanza de vida muy valiosa. No sé lo que significa, pues la última vez que lo pensé así, llegué a la conclusión de un pensamiento muy egocéntrico y hasta cobarde. No me corresponde buscarla, cuando llega sola. El adiós puede doler mucho. Pero levantarse, continuar la vida, seguir queriendo, recibir el cariño, mirar otros paisajes, cerrar la puerta y no parar... Es la parte que mi mejor amigo me enseñó. Se puede decir adiós y se puede continuar con todo. Las vidas pueden pender de un hilo en la recta final. Sé que hasta por una caída simple la vida puede partir. Y estar preparado es lo que me toca nuevamente.
Debo verlo y verlas, debo sentir, abrazar, oler, acariciar, dar mi cariño y por siempre amar. Son quienes me dieron la vida, quienes lucharon tanto por injusticias inmerecidas. Una apuesta por la vida cuando todo se pensó perdido, cuando muchos y muchas tiraron la toalla porque la lucha era contra alguien más fuerte. Pero se dieron cuenta que la inteligencia y el corazón siempre ganan al final. No es la fuerza por la que se debe someter al inocente ni al que busca amparo por comer. Es la voluntad por cambiar el mundo y la forma de vida que predomina por unos pocos. Remar contra el río, contracorriente. Porque somos y fuimos minoría en un lugar donde la riqueza abunda. Pensamos igual, nos encanta ver a los niños jugar, ver a las madres recientes tener un espacio donde puedan desarrollar sus habilidades mientras los querubes son protegidos por la educación. Los padres recientes con el tiempo suficiente de estar con sus pequeños y poder llevar más pan a la mesa. "No es sangrar por el otro, es sangrar con el otro". Y así se vivió. Así, incluso hasta cuando la carrera contra la pobreza iba en desventaja. Puede ser que el efectivo haya corrido más rápido al principio de esta larga meta llamada vida, pero no alcanzó el final. Si al final es lo que siempre quisimos: ver prosperar al otro, ver cómo crecen otros, soñar y ver cumplir sin condiciones.
Es difícil pero la mejor forma de aceptar es ver lo tajante de lo palpable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario