-Ya, vámonos -dijo el hombre- Se nos hará tarde y tu madre te espera.
-¡No! -exclamó la pequeña.
-¿Eh? ¿Qué te pasa? -preguntó.
-No quiero ir donde mi madre.
-¿Por qué no? Ella cuida muy bien de ti. No puedo hacer mucho por ti cuando en este lugar defienden a todas las madres posibles. -dijo un poco molesto.
-No quiero ir... -dijo desconsolada.
-¿Qué ha pasado? -preguntó el hombre con confusión.
-Hace mucho tiempo que no he salido así... -dijo con un nudo en la garganta-. Me gustaría verte más y me encantaría que me lleves a donde vayas.
-Cariño... Sabes que por muchas razones no puedes venir conmigo siempre -dijo apenado.
-¡¿Pero por qué tiene que ser a veces y no siempre?! -gritó la pequeña.
-¡Ya te dije que son circunstancias que no puedo explicarte ahora! ¡Toma tus cosas y vámonos! -exclamó el hombre.
-¡No quiero! ¡Quiero salir a caminar! ¡Quiero estar con mis amigos y con la gente que más quiero! -gritó ofuscada.
-Entonces, ¿Qué pasa? ¿No puedes salir allá? No entiendo -dijo más confundido aún.
-Lo que pasa es que ya no te veo siempre -dijo llorando-. Cada vez que te veo es cuando más quiero salir. Y no es solo por ti. También es por mis amigos y porque siempre me río contigo.
-Toma tus cosas y vámonos... -dijo el hombre sollozando.
-No... Quiero salir contigo a comer. A jugar con nuestros perros y vivir juntos. A llamar a tus abuelos de Groenlandia y saber de ellos. Quiero escaparme contigo y caminar tomados de la mano -dijo la pequeña esperanzada.
-¡Te amo! -quebró el hombre entre lágrimas.
-¡Yo también te amo! -dijo la niña llorando.
-¡No sabes cuánto odio el tiempo y su demora! ¡Siempre anhelo tu sonrisa, tus caricias, tus gracias y tu risa! ¡No sabes cuánto te amo! -le explicó.
-Te echo mucho de menos... -dijo sollozando.
-Yo todos los días te extraño -dijo limpiándose la cara-. Pero no te preocupes. Va a pasar el tiempo y la espera se hará corta.
-Yo quiero vivir contigo... Quiero que me enseñes más libros. Quiero leer más. -le dijo la niña.
-Bueno, bueno. Te compraré más libros. Prométeme que los leerás. -le pidió.
-Te lo prometo si me los regalas. -dijo ella.
-Bueno, es un trato. Ahora ya límpiate la cara. Vamos a demorarnos para disfrutar lo que podamos -dijo tomando su maleta.
-Bueno querido -le dijo mientras le hacia cariño en la cara a él-. Ojalá algún día pueda vivir contigo para que podamos reírnos todo el día.
-Si... Yo también quiero eso... ¡Ya, ya! ¡Vamos! El tren está por salir -dijo apresurado con un nudo en la garganta.
-Bueno ya, vamos...
-Malescritos
fuerte
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