Me gusta disfrutar de ese frío que queda después de que un temporal de lluvia acaricia la tierra del valle del Mapocho. Sus calles empapadas vestidas de ese traje amarillo que dibujan los faroles, hacen que el botar humo de un Pipe Morales (Philip Morris) sea un deleite, de esos deleites cotidianos que pueden agradar mucho el estado de ánimo. Triste, feliz, hambriento o meditabundo. Como sea. Eventualmente camino sin gorro para cubrirme el casco. Al tener el pelo corto, puedo sentir cómo las gotas que caen de los árboles, después de una lluvia, realizan el deslizarse por mi pelo hasta sentir el frío de su viaje por el aire hasta que tocan mi cuero cabelludo.
Al llegar a mi casa, me desvisto hasta quedar en una polera y calzoncillos. Hubo una vez en el tiempo en que mi hermano, después de un día así, me compartió su conocimiento respecto a la segunda ley de newton y la ecuación de la caída libre. Fue genial porque en ese tiempo sabía algo de integrales, derivadas y esas cosas que hacía Newton, Arquímedes, Descartes, entre otros. Después, me sentaba en el balcón de mi hogar a fumar un cigarro y escuchar música mientras alguien como Libertad se cruzaba por mi mente. Luego, después de hacer el ridículo en el balcón, algo desnudo, me entraba al comedor, apagaba las luces, me sacaba la polera, me tiraba a la cama, la llamaba y chao. Buenas noches.
Por la ventana abierta entra el sonido de Santiago. Los vehículos, los camiones, las bocinas, motos... Y yo después con ese encanto, me dormía.
-Verse
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