miércoles, 11 de septiembre de 2024

Mente en blanco

Me demostré que las palabras no se quedarían en solo palabras. He evitado pedir perdón por mis actos porque lo hice mucho, por muchos años. Convencí a mi ego que hay una forma sana de vivir con él. Pero nunca jamás me había quedado tan solo. Viví de esta forma desde que llegué a la capital, luego mi más cercana sangre decidió tomar una decisión grande de vida, a la que llegaré algún día, de vivir literalmente solo. Y admiro totalmente este tipo de decisiones, porque sé lo que significa estar así. En un hogar, con una rutina diferente.

Después de entregar mi trabajo de tesis, siento que un peso enorme que tenía en la espalda comenzó a desprenderse. De a poco voy vaciando la mochila con la cantidad de huevás que hice en todos estos años. Hay libros, pipas, experiencias, dinero, almohadas, guitarras, micrófonos, baquetas y por sobretodo sonrisas. Es por lo que lloraba ayer. No paré de llorar desde las 10 del día, hasta como las 4 de la tarde. Conocidos me veían y preguntaban si estaba bien, si necesitaba ayuda. Siempre respondí que no estaba llorando por pena, sino de alegría, de sentirme así como cuando salí de cuarto medio y pensaba que había un gran paso en mi vida pasando... pero no sentía nada después de hacerlo. Es la mente en blanco de la que tanto me jacté alguna vez. Les dije a mis amigos y amigas que uno de los mejores comprobantes de la descarga emocional es el síntoma de la mente en blanco. Salir, escuchar el ruido de los autos, ignorar a las personas, no tomar el teléfono mientras te llaman, mirar constantemente hacia el horizonte, pensar en nada, no escuchar música y el significado de "Nada" corre por tu mente.

Me he sentido así 3 veces en la vida. Y es una sensación única. Es tan genuina que es difícil demostrar que estás pasando por eso, porque usualmente ocurre cuando estas solo (o a mí me ha pasado solo). Es la tarea cumplida, el derecho obtenido, las palabras totalmente correctas, un orden indiscutible de las ideas y los propósitos más (sanamente) egoístas que fluyen. Se siente hasta en el cuerpo. Caminar en "piloto automático", las adicciones desaparecen, la inquietud inexistente... Pero está esa parte en la que deseas volver al hogar. Mi hogar está contaminado por mis pensamientos. Y antes no me costaba volver al hogar. Esta vez se sintió de otra manera. Quería volver a mi departamento pero con condiciones personales, sin ignorar la tremenda hazaña cumplida. Necesitaba hundirme en mí, en la música, bailar solo, comer papas fritas y tomar bebida. Me lo di. Y bailé solo, conmigo. Un par de vecinas me miraban desde el balcón. Un par de ellas se estaba cagando de risa porque además, no paraba de cantar, no paraba de bailar, no paraba de escuchar. Parte de mi me convenció de entender que la gente se ríe de lo inusual. Y ver a un hombre bailar solo creo que no es algo común.

Al llegar miré el sillón. Al menos tres minutos parado, con la mochila encima y los audífonos apagados colgados sobre mi cuello. Miraba el lugar donde se sentó ella y donde estuve yo. Creo que dentro de todas las emociones que tenía, por fin hubo una que desapareció. Alguna vez tuve el enorme deseo de hacer feliz a alguien y demostrar que mis logros son una bomba de racimo, pero de felicidad. Quise ver esa sonrisa en la cara de alguien que amé. Tenía ganas de construir un futuro. Pero pasó que me conocí de otra forma. Me hallé sin llorar. Entendí que soy otra persona, en las mañanas y en las noches, pero durante las tardes también soy otra persona. Los cambios son parte de lo que puede guardar el cerebro y las cosas más duras siempre se almacenan. La mejor cosa que me ha pasado en la vida es tener un diagnóstico, tardío, pero sigue siendo parte de mi, de lo que soy. Son tres mazazos en menos de dos meses. Hay reacciones de mis amigos y amigas. Todos ponen cara sorprendida por lo que me pasó. Me hace sentir diferente, único. Hay personas que simplemente reaccionan de tal forma que ocupan derivados la palabra "muerte". "No, yo me moriría", "Me muero" y la que una pelotuda me dijo "No sé cómo estay vivo".

Tiré la mochila sobre el sillón y puse el volumen muy alto. Bailar, beber, comer. Vivir.

Pudo haber sido burda, pero aun así reaccioné de otra forma a esa última frase. Busqué la razón por la que podría continuar mi viaje por este gran carrusel llamado vida. Junto al tiempo logré hallar todas mis razones. Entre una de las que más destaco es el amor propio y el entendimiento hacia el resto. Por supuesto que está mi hija, mi familia, amigos y amigas. Pero la parte más difícil era entender y hallar las razones. Superarse era lo más difícil, hallar respuestas al desinterés era imposible, crear, dejar la marihuana, entender que la flojera no era algo intencional, sino más bien un síntoma.

Aquí estoy. No muerto si vivo. Ayer después de dejar a mi hija, quien además le dio el click para enviar mi tesis de forma digital, después del beso del adiós... Mente en blanco. Me acompañaban un par de cigarros. Pero mirando el cielo, toda esta edificación desmedida, el asfalto del que tanto aprendí, las soleras, las veredas, la gente, los perros, los coches, los cafés, el metro, las micros y los restaurantes... Me hallé en la mente en blanco. Disfruté como hace diez años. Con ganas de surgir de otra forma, porque hace bien, hace mal cuando hay desorden. Pero puedes encontrar paz dentro del desorden cuando tu vida es uno. Y paz es lo que quería de hace tanto tiempo. Conciliación con el egocentrismo. 

Y celebré con mi gran amigo Alejandro. Gracias por siempre estar.

Convencido de que vendrán más días, más tiempo, más experiencia, más personas, más caídas, más pizzas, más visitas y más futuro.

Estaba bueno eso de no estar conmigo.

José

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