viernes, 8 de agosto de 2025

Chico

 Llevo días digiriendo un bodrio. Me atrevería a decir que estaría llegando al mes en la semana que viene. Entonces son semanas en las que gasto parte de mi día pensando en qué hacer para lograr el cambio, obtener la incomodidad necesaria para lograr pensarlo. Me he enfrentado nuevamente a limitar mis vicios, a quitarlos de lleno con cuestionamientos diarios, bailando en el limbo de reposar en un lado mientras corrijo otro.

Hay cosas que me alejan de la gente. Hay acciones, siendo más concreto. Como el hecho de que la gente conoce mi realidad y me piden dinero. Como el incómodo hecho de ver rostros con los que no quisiera compartir, ni menos platicar un poco. Creo que ya es suficiente de prestar dinero o estar recibiendo una miseria de sueldo por arriendo. Es el sueño de muchos pero en este momento las esperas me carcomen.

Llevo a diario lidiando con una denominación que soltó el clinic el otro día. Soy un "nini". Qué vergüenza. Ayer un gran amigo me comentaba que debe ser difícil y deprimente tener una hija y no poder obtener un trabajo. Le comentaba que por eso había cambiado mi hobby al senderismo, al cerro, porque es barato, porque los cerros están ahí y lo único que necesito para llegar una cumbre son las ganas. Por eso me corto el pelo más a menudo. Por eso ya no enciendo la estufa y prefiero abrigarme con una chaqueta. Lleva tiempo esto pero eventualmente cambiará. Los esfuerzos diarios por tirar los currículum son incesantes.

No está fácil. Creo que esta es la parte en la que la cuesta se lleva con la mochila en su capacidad máxima. Conozco estas pendientes con acarreos inoportunos. Como si no hubiese estado peor.

Juro que saben que no tengo dinero y aún así "me enchufan" a tomar decisiones que no debo. ¿Por qué la gente es así? ¿Por qué la gente no sabe medir cuánto se estira el chicle? ¿Es una prueba de confianza? ¿Es intencional?

Y a ninguna de estas personas les he hecho daño. A ninguna. Es más. He ayudado a dos a salir de problemas y aprietos que se inventan.

Mechita corta le dicen aquí. Somos quienes ya después de tantos golpes no estamos pa' weás. Supongo que al alejarme la gente buscará la forma de encontrarme, aunque llegando a los treinta ya casi no me importa. El otro día leí qué significaba ser el menor. El pequeñito, al que los hermanos lo tuvieron que cargar. Al que le ocultaron todo para no dañarlo. O al que se le puede confiar todo porque "somos de la nueva generación". Si somos distintos pero no somos huevones. Es increíble cómo se siente uno al recibir una pregunta inoportuna. Sientes la presión de no poder decir que no porque quizás puedas causar algún mal. Pero... ¿Pensó esta persona antes en ejercer alguna presión siquiera? ¿Piensan las personas antes de tocar la confianza?

Soy el chico. El pequeñito de la familia al que le confían secretos. Y vivo en la edad media, en la que ya puedo apreciar la juventud y la irreverencia de la gente menor que yo. Hoy día a la gente le importa un pico la amistad por el dinero, pero la gente está fascinada de enamorarse por alguien que si tiene dinero. Siento que me desplacé y envejecí en demasiados aspectos. Pero cuando obtengo la paz se siente mucho mejor que hace un año. Y eso que soy el chico. El que supuestamente debe tolerar.

Voy a visitar el sur para ver a mi hija. Voy a enseñarle que ser la chica no debe ser así y que los límites se deben establecer lo antes posible. Porque en esta vida confiar está difícil. Muy difícil.

Y si de nuevo me preguntan: No. No puedo. Después tampoco podré, porque realmente no quiero.

J

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