Así las nombré a las dos. A mi perrita Luna y a la Laika. Ambas pequeñas, ambas de tonos claros dentro de una familia morena. Una rubia y la otra blanquita. Laika repitió lo que Luna hizo muchas veces. Ambas se sentaban y esperaban a los pájaros en el mismo lugar. Ambas recogían la comida de su plato y se la llevaban a la cama para comer. Ambas comían acompañadas, nunca les gustó comer solas. Ambas cazaban moscas como si tuviesen una lucha implacable. Ambas ladraban "hacia atrás" sin sentido alguno. La Luna cazaba ratones, la Laika cazaba pájaros y se los comía. En su instinto salvaje era capaz de impresionar con tanta ternura.
Laika. Querida perrita que tanta alegría nos trajiste. Qué pena siento al saber que has dejado el mundo. Qué pena no poder estar contigo. Me duele infinitamente y tengo un luto por el cual vivir otro tiempo. Me has regalado un intenso inicio de año, recordándome los mejores momentos contigo, las risas más inesperadas, las noches en las que te acostabas sobre mí por el frío. Me dará una pena horrible volver a Copiapó sin verte.
Y comienza la historia de dos colegas que viajan por el espacio. Ambas nos visitarán por las noches cuando el día ya termine. Ambas podrán escucharnos cuando nosotros miremos el cielo. Por ahí andan, la Luna y la Laika, las mejores compañeras que me ha regalado la vida. Lo más bonito es que por fin se conocieron en el espacio.
¡¡Hasta siempre Laikita de mi corazón, la más revoltosa!!
J
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